domingo, 9 de febrero de 2014

Woody Allen


Sr. Director
Diario La Nación
Dr. Bartolomé Mitre


Hace unos días se publicó en el New York Times,  una dramática carta de denuncia de una violación por parte del cineasta Woody Allen  a su hija adoptiva de siete años.
Si coincide o no con el momento en que se discuten los candidatos a los Oscar en los Estados Unidos,  es prácticamente irrelevante.
Tampoco lo es que el hecho haya sucedido hace veinte años, y menos que la víctima era menor.
Frente a este tipo de delitos gravísimos, es más que frecuente y habla del daño ocasionado, que muchas mujeres demoren esa cantidad de años o más para hablar siquiera del tema.
De no haber sido por la fama de Woody Allen, difícilmente hubiera llegado a conocimiento de la opinión pública.
La ausencia de sentencia judicial, si bien tiene su trascendente valor, no niega ni afirma nada.
Pensar como dice su abogado, que fue una idea que le inculcó la madre de Dylan Farrow, por el tiempo transcurrido carece  totalmente de sustento.
En un conocido y reconocido  Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, se está por inaugurar una muestra “Queremos tanto a Woody”, cuyos organizadores, no dudo  que sean ajenos a la situación creada.
Pero hoy por hoy, pese a la existencia de la duda, hacia la denunciante al menos,  no puede quedar en el simple reconocimiento de su trayectoria, como si lo sucedido fuera parte de una ficción.
No hay sentido común que acepte el que uno puede ser una persona reconocida por la sociedad y al mismo  tiempo un abusador sexual. Creo que lo último opaca lo primero.
Finalmente, si lo que prevalece es la duda, esta también tiene su lógica para un caso como este, que es la abstención de la apertura al público.
El resto es poner a prueba cuales son los valores con que nos manejamos como sociedad y que mensaje queremos darles a todas las víctimas silenciosas de este drama, así como la idea de infancia que tenemos.
Atte.
Fernando J.I. Jijena  Sánchez
Médico Psiquiatra