viernes, 21 de agosto de 2009

ANTE LA CONSULTA DE UNA MADRE...

Estimada mamá:
La muerte de un hijo es una experiencia única en la vida de cualquier persona. 
No tiene calificativo, al menos en español.
Cada uno la vive a su manera, tampoco hay reglas a cumplir. 
Se puede llorar, vivir en silencio, ir para adelante o para atrás.
De lo que no podemos hablar, aunque parezca paradójico, es de ausencia. El hijo más que nunca, está simplemente con nosotros.
Es muy difícil compartir esta experiencia, salvo con los familiares directos.
Quizá sea por ello que la vida de alguna manera "continúa", y nada más; pocas cosas son tan íntimas como la relación con este hijo.
Está presente en la vida de cada uno, todos los días, todas las horas.
Lo mejor es el amor que no muere, que nos lo hace sentir entre nosotros, amándolo siempre.
Con ello viene la paz de nuestro espíritu.

(En memoria de mi hijo Andrés Lucas, 15 nov 70-16 set 96 )




CANTO A  ANDRÉS  LUCAS...


          Sencillo,  grácil,  armonioso
             Mirada profunda, todo ternura.
             Soñador como ninguno, la realidad lo hería.
             Fuerza indomable, sensibilidad exquisita.
             Visionario, guía  fantástico que a todos conocía.
             Marcó un rumbo,  sembró amor y esperanza.
            Fue Quijote, Poeta, Hijo Pródigo.
            Se quedó sin nada para no dejarnos las manos vacías.
            Partió al llegar la primavera, con las primeras flores,
            al amanecer, para que no olvidemos que para que la
            vida merezca ser vivida, tenemos que hacerlo con
            generosidad  y alegría.

                                                        Su padre


                                       Bruno, un canto a la vida...











domingo, 16 de agosto de 2009

 LOS ELOGIOS

En una oportunidad, Sir Winston Churchill comentó que al duque de Wellington le preguntaron “Si volvieseis a vivir otra vez, ¿Hay algo que podrías hacer mejor? Y el anciano replicó: Sí, dispensaría más elogios” (Historia del Arte de la Guerra, Mariscal Montgomery, Aguilar, 1969)
Aparte de lo interesante del libro de referencia, que he leído y releído con sumo deleite, la frase me hizo reflexionar sobre algo tan ausente como necesario, tan gratuito como esperado.
Gran parte de nuestra vida la hacemos en relación con los otros.
En muchos casos aceptamos ser “calificados”, como cuando hacemos algún estudio, ó en ciertos vínculos laborales, pero el la mayoría de las veces la apreciación es silenciosa, no existe, o nos enteramos circunstancialmente por el comentario de terceros.
¿Quién no recuerda de su época de escuela? “Rodríguez a la dirección” con la consecuente pregunta, ¿Qué habrá pasado? ó ¿Qué hice?, y unos años después en el trabajo, la misma orden e igual sensación de temor al reproche, a la crítica, a la sanción ó al despido. Es que son contadas las veces en que un llamado de ese tipo, va seguido de una felicitación, un simple reconocimiento, un ascenso.
Y no termina ahí la cosa, sino que la necesidad de elogio, es una de las carencias que más debemos superar, que más nos afecta en nuestra autoestima.
Quizás sean resabios de nuestra infancia, tan elementales como importantes, como el afecto de nuestros padres y familiares, primeros maestros, pero los cierto es que nunca nos acostumbramos, ya de adultos, a renunciar a algo tan preciado como el sentirnos elogiados; es como una caricia, una palmada en el hombro, algo que nos distiende, nos estimula a seguir adelante, es un poco el ver que los demás se dan cuenta que existimos y nos valoran.
No solo hay que esperar el elogio de los otros, sino tenerlo presente a fin de dispensarlo con sinceridad y generosidad a todos los que nos rodean, familiares, amigos, dependientes nuestros en sus distintos niveles y que también esperan dicho estímulo.
Por otro lado la contracara del elogio es la crítica, que nos genera la mayoría de las veces la sensación de descalificación, de herida en el alma, de malestar e incomprensión.
Es que frente a ella sentimos dañada nuestra estima personal, por ello la inseguridad que produce en muchas personas, algo muy difícil de asimilar.
En definitiva, lo mejor será siempre el equilibrio ente ambos extremos, en la firme convicción de que el elogio no nos haga sentir más de lo que somos, ni la crítica menos apreciados por los demás, de tal manera que la autenticidad, responsabilidad y convicción de nuestro accionar, sean nuestro mejor espejo en el trajinar de nuestras vidas.


Fernando José Ignacio Jijena Sánchez


EL SENTIMIENTO DE SOLEDAD


Los sentimientos marcan nuestra afectividad, le dan como una tonalidad, que es de carácter bastante duradera a diferencia de las emociones que son transitorias. Nos impregnan de alguna manera nuestro vivir diario, nos acompañan como un telón de fondo, condicionan nuestros pensamientos y nuestras actividades, y otras veces son parte importante de nuestra personalidad.
Los vivimos en nuestra intimidad, pero al mismo tiempo los expresamos, muchas veces sin darnos cuenta, lo cual hace que los demás ‘perciban’ lo que nos está sucediendo. Otras veces no los registramos con claridad, no sabemos cómo definirlos, o simplemente los negamos, intento que en general nos resulta vano y necesitamos que alguien nos lo confirme. Recién ahí los reconocemos como tales con un: ‘¿te parece?’
Por ello hablamos de un sentimiento de plenitud, de alegría, de tristeza, de pena, de desagrado, de frustración, de triunfo, y así muchas otras variantes más. Aunque pocos sentimientos nos son más penosos que el de soledad, palabra cuya mención genera en más de uno, angustia, temor, dolor. Pocos son los hombres o mujeres que pueden darse el gusto de manifestar que nunca la han sentido en algún momento de su vida.
Estar sólo, sentirse sólo, decidir en soledad, tener la necesidad imperiosa de salir de ella, no son sino matices de un mismo problema. Es que parecería que no hay edad, función, ni situación, que no tenga un momento de soledad. La sentimos fuertemente cuando parten nuestros padres, como si se nos cortaran las raíces, y cuando es un hijo, la soledad se convierte en vacío insondable. Nos cuesta mucho aceptarla y por ello buscamos tomar distancia en esa búsqueda de compañía que nos devuelva la paz, la alegría, o las ganas de seguir viviendo.
Médicos, psicólogos, sacerdotes, son los que con más frecuencia se enfrentan a tan simple como desafiante dilema: ‘Me siento sólo, estoy sólo, me quedé sólo, no aguanto mi soledad’. De todas maneras, sino la vida la experiencia profesional, me ha acercado más de una vez alguna idea de cómo superar el sentimiento de soledad. Me refiero a la SOLIDARIDAD, algo que suena casi igual, y que es uno de los caminos por los cuales podemos iniciar el camino de vuelta.
La solidaridad va de la mano de la generosidad y desemboca indefectiblemente en el ‘otro’, en ese otro que probablemente esté viviendo su soledad. Aquel que nos necesita, que espera de nosotros, que suele estar más cerca de lo que pensamos. Muchas veces un familiar directo, esposa, hijo, hermano, amigo, compañero de tareas es a quien podemos brindarle afecto para darle lo propio, muchas veces nuestra nada, para que poco a poco, vamos descubriendo que hemos dejado de estar solos.
No es buscando recibir, ni tratando de saciar nuestra sed de soledad a través de terceros que nunca aparecen, como se sale de este sentimiento. Por eso, a toda persona que esté pasando por momentos difíciles, en los cuales el sentimiento de soledad sea importante, la invito a reflexionar e intentar poner en práctica estas ideas, con la casi seguridad de que no se sentirá defraudada, sino que verá que muchos problemas se solucionan intentado verlos desde un ángulo diferente como alternativa para encontrar un nuevo camino.

Fernando Jijena Sánchez



        La solidaridad es lo que más nos aleja de la soledad



ACOSO SEXUAL EN LA INFANCIA, SU PREVENCIÓN

Pocas cosas irrumpen con tanto dolor, indignación, culpa y desconcierto, como el enterarse que un hijo, sobrino o nieto ha sido víctima de acoso sexual.
Pero al mismo tiempo es muy difícil que los padres, en particular, concurran a la consulta para interiorizarse acerca de la prevención del tema de referencia.
El primer error, si así puede llamársele, es el creer que negando ciertas cosas, evitamos que sucedan. Por ello hay tantas de las que “no se habla”, por la simple razón que generan mucha angustia.
Sin embargo veremos que si bien es imposible prevenirlo en un cien por ciento, hay toda una gama de medidas y charlas que podemos tener con los pe-
queños a fin de que sepan mínimamente como actuar.
Partamos del principio que es imprescindible que dentro de la familia se desarrolle y estimule la comunicación entre sus miembros, elemento fundamental en lo que se hace a todo tipo de prevención.
Por otra parte todo aquello que favorezca lo secreto, lo vergonzoso y lo culposo, es material propicio para que nuestros hijos sean víctimas del acoso sexual, debido que son los elementos con que cuenta el acosador para lograr su cometido.
A esto debe agregarse que el acosador sexual en los niños en un porcentaje muy elevado, suele ser un miembro directo de la familia, con libre acceso al menor, lo que facilita enormemente este tipo de conductas.
De ahí la importancia de alertar siempre sobre la importancia de que no tienen que guardar ningún tipo de secreto con nadie, de no tener vergüenza de contar lo que les pasa, lo que sienten y lo que ven, así como no sentirse culpables si los han inducido hacia algo secreto y vergonzoso.
Todos soñamos y luchamos por tener una familia normal y feliz, pero ello no implica reconocer cualquier señal de que algo se ha salido del cauce.
Es que para lograr el abuso sexual, las armas que se usan dentro del ámbito familiar son tan sutiles como trascendentes como la mirada, el tacto y la palabra, los privilegios, las transgresiones, sutiles a veces, que favorecen la creación de una “normalidad” que no es tal.
Por ello es fundamental que el niño sepa reconocer sus sensaciones y aprender a transmitirlas.
Por ejemplo diferenciar una caricia en la cabeza, que le produce la sensación de ser protegido y querido, de la que se le realiza en la cola, sea este un familiar, un conocido de los padres, o un docente.
Esto se puede “jugar” en la casa, en el jardín o en la escuela.
Por ejemplo armando con sillas los asientos de un “colectivo”, y jugando de acompañante de viaje e insinuando distintos tipos de caricia, solicitando al niño que diga se le gustan a o no, o que le llama la atención.
También se puede escenificar una plaza y jugar roles similares.
La otra pauta a incorporar, es el tener presente que nunca deben ir a ningún lugar en donde el adulto que está a cargo, los pierda de vista.
Siempre la persona que lo cuida debe saber donde está.
Esta premisa es fundamental, porque si lo invitan o le sugieran algo, el menor tiene que acostumbrarse a hacerse la pregunta:¿ mi mamá, la señorita o quien corresponda sabrá que estoy en tan lugar, o subí a un auto de un desconocido?
Por último enseñarle que siempre que vaya a donde sea, se pregunte si de ocurrir alguna situación que lo preocupe, puede pedir ayuda.
Estas premisas tan simples como necesarias, son fundamentales en el momento de pasar por una situación de acoso sexual.
Como conclusión, no olvidar de ayudar a comunicar siempre toda duda, temor o conducta propia o de terceros, en la seguridad de que en su casa lo van a comprender, ayudar y orientar.
Nunca dudar del menor, constatar dentro de lo posible, reflexionar, serenarse.
A veces cuando se descubre que el acosador es un padrastro, tío, hermano, la versión se torna increíble y para algunas familias imposibles de metabolizar.
Aún así tomar cartas en el asunto. Hacerlo ver por un terapeuta, encarar al acusador, imponer la ley en todo su rigor.
Pocos hechos marcan con tanta fuerza como el acoso sexual en la infancia, dejando lesiones a veces indelebles y marcando el futuro de la vida de estos niños.
De nosotros , los adultos es ayudarlos a que esto no suceda.

Fernando Jijena Sánchez

MI CUERPO ES MI CUERPO

(Dado que está en francés, adjunto un comentario que permita comprender el vídeo).




                                                        https://youtu.be/tLzj3CstC7o



Este famoso programa cinematográfico en tres partes, destinado a proteger al niño contra el abuso sexual, incluye: Mi cuerpo es mi cuerpo: la película para niños (Parte 1) enseña al niño los fundamentos de la estima del yo, el discernimiento y las nociones de "toque agradable" y "toque desagradable". Mi cuerpo es mi cuerpo: la película para niños (Parte II) profundiza las nociones anteriores, brinda una definición simple de "abuso sexual" al alcance del niño y explica cómo responder a los avances de los extraños. (Mi cuerpo es mi cuerpo: la película para niños (Parte 3) aborda el tema del abuso sexual por parte de un miembro de la familia o un ser querido, le enseña al niño a usar las técnicas y el vocabulario enseñado en las dos primeras partes y pida ayuda a un adulto.

Mi cuerpo es mi cuerpo
y de nadie más.
Quien cuida su cuerpo,
su dueño será.
Con manos y piernas,
puedo jugar.
Correr y saltar,
reír y cantar.

Tirar del pelo: Sentimiento sí, sentimiento no.
En el colectivo: Temor a decir no.
Sacar afuera el no. Hacer saber lo que se siente al desconocido.
Es difícil decir no.
Vergüenza. Temor a que el adulto no le crea.
Lo importante es hablar y si es necesario, gritar.
Hockey. Le cuenta a la mamá.
Exhibicionismo  (Sentimiento de culpa)
Agresión sexual, ver, tocar o ser tocado.
El perrito, la culpa es del agresor
LAS TRES CONSIGNAS:
SENSACIÓN POSITIVA O NEGATIVA
QUE ALGÚN ADULTO SEPA DONDE ESTOY
SI SUCEDE ALGO QUE NO ME GUSTA, TENER LA POSIBILIDAD DE PEDIR AYUDA O GRITAR.





jueves, 13 de agosto de 2009


¿LE LLEVA UD. LA MOCHILA A SU HIJO?



La imagen es muy frecuente, puede ser al subir al auto, al entrar en la escuela, en la casa.
La madre o el padre van delante y el hijo detrás, en un caminar cansino, como justificando no poder acarrear su “mochila escolar”.
El que la lleva (hecha y calculada para ser transportada por un niño) parece hacerlo con orgullo y firmeza, con una aspecto de “dejá que yo te la llevo” (yo te lo hago, te lo digo, te lo escribo…)
Hasta aquí una inocente vista de la relación padres e hijos, en un acto intrascendente de la vida cotidiana. Pero he aquí que en ese intercambio de funciones, se crea una invasión en el mundo del niño, al no permitirle experimentar como propio, lo que por su edad le compete. Es que a cada edad lo suyo, si comenzamos por llevarle lo que por lógica a él le compete, difícil le va a hacer hacerse cargo de sus distintas responsabilidades a lo largo de la vida, si del vamos le trasmitimos la idea de que mamá o papá pueden, no te canses pobrecito, que no es muy distinto del no crezcas, te vas a cansar, con la contra partida del yo tengo fuerza, yo la cuido mejor, puedo más que vos..
Lo curioso del caso, es que esos mismos padres, una vez llegado su hijo a la adolescencia, y aún mucho después, suelen quejarse de que sus hijos no colaboran, dejan todo desordenado, o hay que llamarlo diez veces para ir al colegio. Y no tardan en recriminarlos por no hacerse cargo de sus responsabilidades, con el consabido “ya sos grande”, para que uno tenga que estar detrás de todo.
Misterioso designio el de estos los padres que los trataron como bebés hasta muy grandecitos, y de repente quieren que se transformen en responsables de sus quehaceres.
El desgano, la impotencia, el mal carácter, suelen ser sus corolarios.
No podemos olvidar que la educación es un continuo “in crescendo” desde el nacimiento hasta la edad adulta, en busca de una independencia, autonomía, en un conformar al individuo para que se constituya en persona adulta, y no en un sube y baja al arbitrio de padres sobreprotectores.
La pregunta ¿Será inocente el hecho de tratarlos como perpetuos bebés, para exigirles años después, que sean aquello que nosotros no les permitimos ser?

Fernando Jijena Sánchez


Comentario: El  autor deja constancia que en casos muy "excepcionales", le llevó la mochila a su nieto de cuatro años al salir del "cole" y llevarlo a su casa.
Y EL SALUDO?..

Cada tanto, léase meses si se quiere, me cruzo en la calle con un señor con un apellido que suena a egipcio, que tiene un camión con el cual se dedica a llevar tierra de un lado a otro.
Una vez se llevó de mi casa, la que había sobrado al hacer una pileta de natación; hasta aquí nada que llame la atención, pero lo que sí es poco común, es que después de treinta años, cada vez que nos cruzamos me saluda con mucha cordialidad.
Otro caso es Pablo, lo atendí en el hospital por un tema sin mayor trascendencia, una sola vez, era un niño, hoy es un hombre, siempre que lo veo en la calle, me saluda con deferencia.
Claro hasta aquí algo tan sencillo como cotidiano, si al “buenos días” nos referimos, pero parece que para algunos no lo es tanto.
Es evidente que hay gente que antes de saludar, al parecer hacen una serie de evaluaciones como sin en ello se les fuera algo muy importante, se comprometieran
en especial, o vaya uno a saber.
El hecho es que pese a haber compartido reuniones sociales, colegio de los hijos, parroquias, se quedan mirando sin saber que hacer, menos saludar.
Es como si se les “moviera la estantería”, y siguen de paso como si nunca hubiéramos existido para ellos.
Y eso los pone en situaciones incómodas, como si cada uno tiene un puntaje y según él, corresponde un saludo efusivo, un abrazo, un apretón de manos, un simple buen día, o nada.
Pero lo mas curioso es esa inseguridad que les genera, al vivir en un constante revalúo de las personas, donde la opción de no saludar, es la mejor prueba de su temor, desconfianza, o sencillamente, la necesidad de mantener una distancia del otro.
Pero mirándolo con mas detenimiento, el tema es más delicado aún, dado que habla de la pérdida del sentido de pertenencia, que cada vez es mas conflictivo, pues vivimos en una sociedad que se ha ido transformando en algo cada vez más difícil de definir, donde pareciera que la identidad, no es lo de antes, la familia, los amigos, el barrio, la escuela, la parroquia, la ciudad, el país.
Cada día son mas lo que “sueñan” con ser distintos, sin tener claro quienes son, vivir a costa de la diferenciación con el resto, antes vecino, compañero, parroquiano.
De un pueblo, provincia, país, Patria, hemos hecho un archipiélago, más doloroso aún, un espejo roto en el cual nos vemos reflejados en muchas personas iguales, sin lograr elegir cual somos, olvidando que somos lo que somos, en relación a los demás conciudadanos.

Fernando Jijena Sánchez

sábado, 8 de agosto de 2009


TENENCIA DE DROGA PARA USO PERSONAL

Señor Director
Diario La Nacion:
Ahora se habla de despenalizar la droga para uso personal, como si fuera la liberación de la esclavitud o poco menos.
Lo lamentable es que el problema está mal planteado, y así sucede con la edad de imputabilidad a los menores.
Cualquier cambio que se haga, con esa actitud tan simplista no va a llevar a ninguna parte.
Porque ambos esán íntimamente ligados a la educación, el trabajo y la salud, en especial en la gente más marginal.
No es casualidad que la "villa" sea el centro por antonomasia donde estas carencias se hacen más notables.
Excluídos en su mayoría, presentes pero casi inexistentes para el Estado, cualquier medida que se tome, y no contemple como insertalos socialmente a través de la educación, capacitación laboral, contención familiar, control del narcotráfico, menores sin hogar, etc ., es ingenuo pensar que se va a cambiar algo en la sociedad.
Cada vez va a haber más gente que robe para drogarse o se drogue para robar.
Es que es un mal tan antiguo como la Argentina, donde todo se reduce a dilemas que no aclaran ni resuelven nada.
Unitarios o federales, peronistas o antiperonistas, provincianos o porteños, la lista es de nunca acabar.
Mientras tanto las "madres del paco", quedarán agotadas de luchar por salvar a sus hijos, los menores seguirán entrando y saliendo de las comisarías, la droga se venderá igual, y los noticieros no darán abasto de tanto crímen por dos pesos en la Argentina de hoy.
Hasta que no se logre un modelo de pais con miras al futuro y ajeno al gobierno de turno e intereses electorales, es casi imposible salir adelante.
De nosotros los argentinos todos, depende.

Fernando Jijena Sánchez