domingo, 16 de agosto de 2009


EL SENTIMIENTO DE SOLEDAD


Los sentimientos marcan nuestra afectividad, le dan como una tonalidad, que es de carácter bastante duradera a diferencia de las emociones que son transitorias. Nos impregnan de alguna manera nuestro vivir diario, nos acompañan como un telón de fondo, condicionan nuestros pensamientos y nuestras actividades, y otras veces son parte importante de nuestra personalidad.
Los vivimos en nuestra intimidad, pero al mismo tiempo los expresamos, muchas veces sin darnos cuenta, lo cual hace que los demás ‘perciban’ lo que nos está sucediendo. Otras veces no los registramos con claridad, no sabemos cómo definirlos, o simplemente los negamos, intento que en general nos resulta vano y necesitamos que alguien nos lo confirme. Recién ahí los reconocemos como tales con un: ‘¿te parece?’
Por ello hablamos de un sentimiento de plenitud, de alegría, de tristeza, de pena, de desagrado, de frustración, de triunfo, y así muchas otras variantes más. Aunque pocos sentimientos nos son más penosos que el de soledad, palabra cuya mención genera en más de uno, angustia, temor, dolor. Pocos son los hombres o mujeres que pueden darse el gusto de manifestar que nunca la han sentido en algún momento de su vida.
Estar sólo, sentirse sólo, decidir en soledad, tener la necesidad imperiosa de salir de ella, no son sino matices de un mismo problema. Es que parecería que no hay edad, función, ni situación, que no tenga un momento de soledad. La sentimos fuertemente cuando parten nuestros padres, como si se nos cortaran las raíces, y cuando es un hijo, la soledad se convierte en vacío insondable. Nos cuesta mucho aceptarla y por ello buscamos tomar distancia en esa búsqueda de compañía que nos devuelva la paz, la alegría, o las ganas de seguir viviendo.
Médicos, psicólogos, sacerdotes, son los que con más frecuencia se enfrentan a tan simple como desafiante dilema: ‘Me siento sólo, estoy sólo, me quedé sólo, no aguanto mi soledad’. De todas maneras, sino la vida la experiencia profesional, me ha acercado más de una vez alguna idea de cómo superar el sentimiento de soledad. Me refiero a la SOLIDARIDAD, algo que suena casi igual, y que es uno de los caminos por los cuales podemos iniciar el camino de vuelta.
La solidaridad va de la mano de la generosidad y desemboca indefectiblemente en el ‘otro’, en ese otro que probablemente esté viviendo su soledad. Aquel que nos necesita, que espera de nosotros, que suele estar más cerca de lo que pensamos. Muchas veces un familiar directo, esposa, hijo, hermano, amigo, compañero de tareas es a quien podemos brindarle afecto para darle lo propio, muchas veces nuestra nada, para que poco a poco, vamos descubriendo que hemos dejado de estar solos.
No es buscando recibir, ni tratando de saciar nuestra sed de soledad a través de terceros que nunca aparecen, como se sale de este sentimiento. Por eso, a toda persona que esté pasando por momentos difíciles, en los cuales el sentimiento de soledad sea importante, la invito a reflexionar e intentar poner en práctica estas ideas, con la casi seguridad de que no se sentirá defraudada, sino que verá que muchos problemas se solucionan intentado verlos desde un ángulo diferente como alternativa para encontrar un nuevo camino.

Fernando Jijena Sánchez



        La solidaridad es lo que más nos aleja de la soledad