lunes, 14 de enero de 2019





domingo, 13 de enero de 2019

lunes, 7 de enero de 2019





Catedral de Notre-Dame, París, un símbolo de la cultura europea, occidental y cristiana.
15 de abril de 2019.




Señor Director
Diario La Nación:
Y de repente los noticieros volvieron una vez más a mostrar el cartel de ALERTA, URGENTE, y la noticia: Se incendia Notre-Dame.
El impacto fue enorme, había llegado hasta el límite de mi vida privada, como si estuviera dentro de la catedral.
De inmediato mandé el mensaje a mis amigos y familiares, la respuesta fue en general, una pregunta ¿Qué pasa?; el desconcierto total.
Es que la sensación de una París en llamas, Europa entera, vibró como era de esperar, y también de temer.
Tal vez,  la incertidumbre presente y futura, es superior a la certeza en cualquier ámbito que sea.
Diría que gran parte del mundo occidental, al menos se detuvo.
Los comentarios de que al parecer no había sido un atentado, trajeron un poco de paz.
Sin darse cuenta, millones de personas se sintieron como tomadas de la mano alrededor de la catedral, en un símbolo de unión y esperanza.
Notre-Dame, nos transmitió como nunca, desde la iluminada París por el fuego y su presencia, que millones de personas que ocupan el mundo, se unan frente a un pasado que nos da fe en el futuro.
Fernando J.I. Jijena Sánchez




Agranda la puerta padre...

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.

Miguel de Unamuno



Bruno atándole los cordones a su amigo...






"Historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir..."

(Cervantes, Quijote, I, IX)




BORGES Y LAS CLASIFICACIONES DE LOS ANIMALES


Clasificar las patologías psiquiátricas es uno de los desafíos de la especialidad, el riesgo de caer en el absurdo, tal vez el mayor.
Borges nos comenta  respecto de  alguien que lo intentó con los animales


(a) pertenecientes al Emperador, 
(b) embalsamados, 
(c) amaestrados, 
(d) lechones, 
(e) sirenas, 
(f) fabulosos, 
(g) perros sueltos, 
(h) incluidos en esta clasificación,
 (i) que se agitan como locos, 
(j) innumerables, 
(k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, 
(l) etcétera,
 (m) que acaban de romper el jarrón, 
(n) que de lejos parecen moscas.





martes, 1 de enero de 2019

COMO UN BARQUITO DE PAPEL


Cuando era niño, perdón más niño que ahora, recuerdo haberme entretenido en más de una oportunidad después de una lluvia, armando barquitos de papel y verlos deslizarse por el cordón de la vereda.

Iban en general bastante rápido, lo cual no impedía que al trabarse con una rama o algún otro objeto, dieran por finalizado su viaje.

En una oportunidad me regalaron un libro muy grande formado por láminas de cartón con las cuales se podía armar una flota de guerra completa.

Grande fue mi alegría al verla desplegada ante mis ojos, y en ese momento debo confesar que me sentí un almirante, de juguete por su puesto, pero almirante al fin.

Todo era un simple juego infantil, como quien dice una gran ilusión, pero no podía negar que la vivía con intensidad, dejando volar mi imaginación hasta

que algún adulto que nunca faltaba, me llamaba a desempeñar alguna otra actividad.

Con los años, y diría muchos después, devenido en médico psiquiatra, al menos así me conocen, observé infinidad de veces cuantos barquitos de papel construimos en la vida, cuanta ilusión con que vemos nuestro futuro inmediato, el inicio de un estudio, el reciente conocimiento de alguien por quien nos sentimos atraídos, el comienzo de un nuevo trabajo.

También con que fragilidad nos desilusionamos, digamos, nos bajamos de nuestro barquito, cual quijotes náuticos, protestando a viva voz el hecho de habernos desilusionado por lo mismo que antes soñábamos sin parar.

Es que nos guste o no vivimos siempre en la superficie, porque la profundidad nos abruma, y a sabiendas o no, vamos llevando nuestra carga de ilusiones y desilusiones, que mal que nos pese van conformando nuestra biografía.

Y vaya si cuesta hacer ver a los pacientes su “realidad”, como si con ella la vida se hiciera más llevadera, o ayudarlos a comprender que todo se había reducido a una gran desilusión.

Es por ello que muchas veces uno se siente un poco cómplice de los pacientes, y los sigue en su mundo niño que aún persiste y se niegan a abandonar, en la esperanza que al permitirles volver a la infancia, que por otra parte casi nunca dejaron, reemprendan un nuevo camino que los lleve a la felicidad.

Por ello es que me pregunto muchas veces, si más que psiquiatra no debería presentarme como un “artesano de la vida”, más sencillo, cercano y creativo.
Fernando Jijena Sánchez



Muchos viven como niños, aparentando ser adultos... 




EL FIN Y  LOS MEDIOS

El hombre logra la felicidad en la medida en que tiene paz interior. Es la fórmula… tan nueva como antigua. Es la que nos permite comprender y comprendernos en los momentos de tribulación y desazón, tan propios de la vida moderna. Es la mejor forma de llegar al otro, de poder comunicarnos, de poder brindar amor.

Lo opuesto es la tristeza, la insatisfacción y en una gran proporción la enfermedad mental. Vivimos llenos de necesidades, anhelos, reclamos, exigencias de un futuro que de no ser promisorio lo vivimos como enteramente frustrante, inaceptable. Digo futuro porque el presente es para muchos un puerto al cual nunca imaginaron que podrían haber llegado.

Hay pacientes que se acercan a un consultorio psiquiátrico y llegan victimizados, muchos de ellos desde toda la vida, por no haber logrado lo que quizá por “derecho divino” creyeron les correspondía.

La civilización actual ha logrado grandes adelantos, “medios” extraordinarios jamás pensados: informática, genética, comunicaciones…que aún hoy nos producen admiración. Lo que no hemos alcanzado, o quizá perdido, es el “sentido de la vida” que nos permita diferenciar aquello que es simplemente medio de lo que es el fin. Ejemplo de ello es la siguiente historia.

Una familia iraní residente en la Argentina, tiene un hijo llamado Badi que hace tres años enfermó del corazón gravemente. Hacen las correspondientes consultas médicas debiéndolo llevar a Canadá para intervenirlo quirúrgicamente. Lo operan, surge una complicación. Queda inconsciente y no regresa de la anestesia. Dignóstico: muerte cerebral.

Los médicos, que contaban con todos los medios posibles, sólo esperaban un desenlace fatal. Los padres, que no tenían los medios con que contaban los especialistas, pero sí tenían un claro sentido de la vida, permanecieron al lado de su hijo largos meses hablándole y cantándole sin poder comprobar si el niño los escuchaba. Desde su paz interior sentían que sí lograban comunicarse.

Hoy Badi tiene diez años. A pesar de las lesiones neurológicas importantes que aún persisten, ello no le impide hablar dos idiomas, cantar tangos, hacer bromas…

Volviendo al concepto del principio, la vida interior es la fuente de paz, de felicidad. Así lo entendieron los padres de Badi. Los médicos, quizá, lo vivieron de otra manera. Para pensar ¿no les parece?
Fernando Jijena Sánchez


¿TÍTERES EN UN CONSULTORIO PSIQUIÁTRICO ?

La idea surgió de improviso, como suele ser. Se trataba de una paciente en tratamiento psiquiátrico a quien le resultaba sumamente dificultoso asumir su pasado, hasta que un buen día me pregunté si con títeres no sería factible lograr un abordaje del tema.
Me puse a pensar una y otra vez, dado que no conocía antecedentes, aunque presumía que no iba a ser el primero.
Se trataba de un psiquiatra de adultos haciendo títeres a sus pacientes. Una idea original o una fantasía condenada al fracaso.
¿Qué pensarían los pacientes? ¿Les sería útil? ¿No sería algo un poco extravagante?
Dispuesto a llevar la idea adelante, consulté con distintos titiriteros, navegué por Internet, fui a ver funciones de títeres.
Poco a poco el proyecto fue tomando vida, surgieron miles de interrogantes, como hacerlo, con cuantos títeres, con teatro o sin él.
Como no tenía experiencia previa la incógnita fue aún mayor. Sí la tenía en prestidigitación, arte que ejercí hace ya algunos años. También recordé mi deseo de probar con ventriloquia. Había un muñeco que vendían en un “Bazar de la Magia” que me cautivó durante mucho tiempo, pero el hecho de pensar en impostar la voz me pareció siempre muy dificultoso.
Con el tiempo comenzaron a llegar los consejos y propuestas, y así fue como fue tomando vida mi ya, teatro de títeres.
Un día al pasar por una juguetería- con la magia me pasó algo parecido- vi en la vidriera un hermoso teatro de mesa. Me dije: “Esto es lo que necesito.” Lo compré y lo puse sobre la mesa del comedor de mi casa. Como ví que le faltaba el telón le pedí a mi señora me lo confeccionara como correspondía, de pana roja.
En otra oportunidad en una feria de artesanos ví unos títeres, y me volví con dos de ellos.
Cuando quise pensar, estaba todo casi listo para la primera función.
El asunto era como manejarlo, durante cuanto tiempo, cambiando la voz o no , con luz propia o sin ella, y así miles de preguntas.
Un buen día me encontré con una paciente muy angustiada que daba vueltas y vueltas sobre el mismo tema. Pensé unos minutos y como presa de un deseo imparable, puse el teatro sobre la mesa del escritorio de mi consultorio, apagué las luces, encendí la del teatro, le pedí a la paciente que se sentara lo más atrás posible, y sorprendidos ambos comenzó la función.
En minutos todo se transformó. Yo manejando el títere, la paciente hablándole a él como un niña compenetrada de la magia del momento que en ese instante era su “realidad”.
Como el telón de fondo, ya que mi teatro es completo, me impedía verla, sólo escuchaba su voz. Me sentía realmente emocionado de lo que quizá, como un resabio de mi infancia, había logrado.
Eramos dos niños, comunicándonos en un juego que parecía no querer finalizar. Habíamos logrado volver al pasado y desde allí imaginarnos un presente que en ese momento estaba a mucha distancia de aquel en el cual habíamos iniciado la sesión.
El resto fue más silencio que otra cosa, guardé el teatrito, y al rato observé que mi paciente, de cincuenta y cinco años, había logrado hablar de algo que desde los cinco no lo había podido hacer.
Desde ese momento el títere es un auxiliar muy valioso en mi consultorio. Descubrí que tiene su tiempo, su momento, su misterio.
Por sobre todo comprendí que es útil para hombres y mujeres por igual y que nos ayuda a vivenciar el drama que a cada uno le toca representar en el gran teatro que es la vida.

Fernando Jijena Sánchez




LO QUE CURA ES EL AMOR


                                           Consultorio de Sigmund Freud, Londres



A María del Carmen G.  por su  sencillez y calidad humana.


Sentirse deprimido, haber perdido el sentido de la vida, incomprendido, desvalorizado, sin autoestima, incomunicado, sólo, abandonado, sin nadie con quien dialogar, sin futuro ni esperanza,con el niño que todos llevamos dentro pidiendo ayuda, con miedos y más miedos, lastimado, dolorido, en llaga viva.

Pedidos de ayuda, al hermano, al padre, la madre, la mujer, el esposo, los amigos, conocidos, a los que prometen ayudar, curar, aliviar el dolor, recuperar la ilusión perdida, psiquiatras, psicólogos, consultores, “counsellors”, asesores, ayudadores, videntes, magos.

Métodos y más métodos, gestalt, psicoanálisis, transaccional, interpersonal, cognitivo conductual, psicodrama, individual, grupal, ambulatorio , internado, con psicofármacos ó sin ellos, flores de Bach, flores del jardín, homeopatía, cura de sueño, viajes, cruceros, spa, iglesias que sanan, pastores, curas, y la lista es interminable. Con diván ó sin diván, de frente o de costado, en silla giratoria o fija, con foto de Freud, o de la abuela, de los hijos, del equipo de fútbol de la escuela.

Masters, altos promedios, pasantías, becas, cursos, trabajos de“investigación”, premios, libros, apariciones en TV, prensa escrita.

Tanta preocupación por los que sufren, por parte de los que se empeñan en curar, que a momentos parecen tantos como los que quieren ser curados.

Todo esto y mucho más, para que, después de muchos años de haber vivido y compartido el dolor y la esperanza de tantos pacientes, comprender algo tan sencillo como necesario, tan humano al fin, que aparte de la dedicación y capacitación, lo que cura es el poder ponerse en el lugar del otro, y por encima de todo con amor, ayudarle a encontrar un nuevo camino.

Recordemos a San Pablo, carta a los Corintios I,  13, 1-13

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. 

Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada..

El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 

El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 

Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.

Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño.

En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor”. 

Fernando Jijena Sánchez





                                                             Momentos de soledad...



                                                             Tony Robert-Fleury (1876)

Phillippe Pinel, médico psiquiatra director del Hospital de la Pitié-Salpêtrière, París,
en 1795 liberó a los enfermos psiquiátricos de sus cadenas y los reconoció como enfermos, produciendo un importantísimo cambio en la especialidad.



                                           Hospital de la Pitié-Salpêtrière, París.