martes, 1 de enero de 2019

EL FIN Y  LOS MEDIOS

El hombre logra la felicidad en la medida en que tiene paz interior. Es la fórmula… tan nueva como antigua. Es la que nos permite comprender y comprendernos en los momentos de tribulación y desazón, tan propios de la vida moderna. Es la mejor forma de llegar al otro, de poder comunicarnos, de poder brindar amor.

Lo opuesto es la tristeza, la insatisfacción y en una gran proporción la enfermedad mental. Vivimos llenos de necesidades, anhelos, reclamos, exigencias de un futuro que de no ser promisorio lo vivimos como enteramente frustrante, inaceptable. Digo futuro porque el presente es para muchos un puerto al cual nunca imaginaron que podrían haber llegado.

Hay pacientes que se acercan a un consultorio psiquiátrico y llegan victimizados, muchos de ellos desde toda la vida, por no haber logrado lo que quizá por “derecho divino” creyeron les correspondía.

La civilización actual ha logrado grandes adelantos, “medios” extraordinarios jamás pensados: informática, genética, comunicaciones…que aún hoy nos producen admiración. Lo que no hemos alcanzado, o quizá perdido, es el “sentido de la vida” que nos permita diferenciar aquello que es simplemente medio de lo que es el fin. Ejemplo de ello es la siguiente historia.

Una familia iraní residente en la Argentina, tiene un hijo llamado Badi que hace tres años enfermó del corazón gravemente. Hacen las correspondientes consultas médicas debiéndolo llevar a Canadá para intervenirlo quirúrgicamente. Lo operan, surge una complicación. Queda inconsciente y no regresa de la anestesia. Dignóstico: muerte cerebral.

Los médicos, que contaban con todos los medios posibles, sólo esperaban un desenlace fatal. Los padres, que no tenían los medios con que contaban los especialistas, pero sí tenían un claro sentido de la vida, permanecieron al lado de su hijo largos meses hablándole y cantándole sin poder comprobar si el niño los escuchaba. Desde su paz interior sentían que sí lograban comunicarse.

Hoy Badi tiene diez años. A pesar de las lesiones neurológicas importantes que aún persisten, ello no le impide hablar dos idiomas, cantar tangos, hacer bromas…

Volviendo al concepto del principio, la vida interior es la fuente de paz, de felicidad. Así lo entendieron los padres de Badi. Los médicos, quizá, lo vivieron de otra manera. Para pensar ¿no les parece?
Fernando Jijena Sánchez