CUANDO LOS HIJOS SE TRANSFORMAN EN PADRES
A mi hijo Javier Matías, padre ejemplar
Pocas cosas en la vida tienen más trascendencia que
la educación de los hijos.
Desde el anuncio del embarazo hasta su
nacimiento, como un nuevo amanecer, se
va creando un diálogo entre los padres y otro imaginario con el hijo en camino.
Ilusiones, proyectos, interrogantes en todos los
órdenes, en un continuo devenir ocupan nuestra
mente, hacen palpitar nuestro corazón, y como siempre lo que se percibe
dentro de uno mismo, es el amor de padres, que nos da la esperanza y la ilusión
de serlo en toda su expresión.
Y un día llegan, y los tomamos en brazos por primera
vez, y la ternura hacia ellos nos marca
el camino.
Y así transcurren los primeros pasos, su sonrisa, su
abrazo, momento inenarrable de ese encuentro con ese otro que mucho tiene de
nosotros mismos.
Ellos crecen, nosotros maduramos, descubren un mundo
nuevo, hablan, sonríen, cantan y lloran.
El espíritu paterno se afirma, los vamos conociendo
y comprendiendo, ellos nos interrogan muchas cosas, y el tiempo nos permite aprender las respuestas.
Y así pasan los años, crecen, maduran, la
adolescencia los pone y nos pone a prueba, en todo momento y lugar.
Hasta que comienzan a levantar vuelo en su
vida, de a poco van partiendo, y un buen
día nos dicen hola mamá, hola papá, como están; y a partir de ese momento nos
damos cuenta que todo ese amor que les hemos brindado nos acaricia, cual primavera, y
sentimos el orgullo de haberlos preparado simplemente para enfrentar la vida.
Fernando Jijena Sánchez
Fernando Jijena Sánchez