lunes, 1 de mayo de 2017

CUANDO LOS HIJOS SE TRANSFORMAN EN PADRES


A mi hijo Javier Matías, padre ejemplar

Pocas cosas en la vida tienen más trascendencia que la educación de los hijos.
Desde el anuncio del embarazo hasta su nacimiento,  como un nuevo amanecer, se va creando un diálogo entre los padres y otro imaginario con el hijo en camino.
Ilusiones, proyectos, interrogantes en todos los órdenes, en un continuo devenir ocupan nuestra  mente, hacen palpitar nuestro corazón, y como siempre lo que se percibe dentro de uno mismo, es el amor de padres, que nos da la esperanza y la ilusión de serlo en toda su expresión.
Y un día llegan, y los tomamos en brazos por primera vez, y  la ternura hacia ellos nos marca el camino.
Y así transcurren los primeros pasos, su sonrisa, su abrazo, momento inenarrable de ese encuentro con ese otro que mucho tiene de nosotros mismos.
Ellos crecen, nosotros maduramos, descubren un mundo nuevo, hablan, sonríen, cantan y lloran.
El espíritu paterno se afirma, los vamos conociendo y comprendiendo, ellos nos interrogan muchas cosas, y el tiempo nos permite  aprender las respuestas.
Y así pasan los años, crecen, maduran, la adolescencia los pone y nos pone a prueba, en todo momento y lugar.

Hasta que comienzan a levantar vuelo en su vida,  de a poco van partiendo, y un buen día nos dicen hola mamá, hola papá, como están; y a partir de ese momento nos damos cuenta que todo ese amor que les hemos  brindado nos acaricia, cual primavera, y sentimos el orgullo de haberlos preparado simplemente para enfrentar la vida.

Fernando Jijena Sánchez