domingo, 14 de febrero de 2010

LA IMPORTANCIA DE LAS PEQUEÑAS RESPONSABILIDADES…

Estar atento a lo que nos rodea, a lo que nos toca, corresponde, compete, es sin duda una manera de vivir en paz con nosotros mismos.

Lo diario, en general se caracteriza por una sucesión de hechos y acciones que suelen ser muy simples, reiteradas y constantes.

Lo grande, lo extraordinario, lo imprevisto, es producto del cuidado, del interés o desinterés que ponemos en esas pequeñas acciones.

Quien no recuerda haber visto a un custodio sentado frente a un escritorio, ya sea de un banco, un edificio de departamentos, una oficina, leyendo el diario como si nada pasara, cuando paradójicamente su función es estar alerta por si “sucede algo”.

Más aún, si uno lo “inoportuna” preguntándole algo relativo al funcionamiento del ente al cual custodia, suele sentirse molesto y nos responde con un monosílabo que nada significa.

En otros casos, donde la garita es un elemento de protección para el mismo, en especial bancos, no es raro verlos a través del vidrio, en general blindado, atentos a la radio con la cual logran “matar el tiempo”.

Y así podríamos recorrer una larga lista de funciones de cuidado, o custodia donde vemos como la desidia, el desinterés y en muchos casos la complicidad de aquellos a los cuales debe cuidar, no es la excepción, sino la regla.

Porque resulta que muchos se integran al personal de la institución donde trabajan y pasan a ser “un compañero” más, y por lo tanto son saludados en muchos casos muy afectivamente, como a aquel que “nos cuida”.

Es evidente que el “total no pasa nada” es el lema y por ende la trampa de esa forma de actuar.

Harto conocido es el hecho de que con total impunidad se asaltan negocios, galerías, barrios abiertos o cerrados, pese a contar con “personal de custodia”, que en el mejor de los casos tratando de revalorizar el “modus operandi” de los delincuentes, refieren que nada pudieron hacer, si es que hicieron algo.

De ahí la cantidad de robos, de las cuales no se sabe sin son víctimas de los ladrones o de la inoperancia de sus guardas de seguridad, independientes de las sumas, en general considerables que se abonan a tales servicios.

Pero no termina aquí la cosa, sino que se extiende a gran parte de nuestras actividades de la vida diaria donde no sólo como prevención del delito, sino simplemente como parte del trabajo de todos los días, se cometen este tipo de abandono de la acción responsable.

Léase un llamado telefónico solicitando lo que fuere, y que el empleado en cuestión, “olvidó registrar”, o el service de tal o cual aparato que por desinterés no se cumplimentó con las consecuencias previsibles en muchos de esos casos, ó como una tan simple de avisar al diariero que nos vamos a ausentar por unos días, y al no hacerlo terminan acumulándose los diarios en la puerta de nuestra casa, con el correspondiente aviso, aquí no hay nadie.

Pero hay algo más delicado aún, cual es las pequeñas responsabilidades dentro del propio hogar, que por descuido son causa de accidentes, muchas veces de carácter irreparable.

Entiéndase en especial, casas en las que hay chicos de corta edad, donde enchufes, planchas, cocinas, cables en mal estado, piletas de natación, están a su alcance sin que se hayan tomado las mínimas medidas de seguridad, confiados en “yo lo cuido” y el consecuente, “increíble, me distraje un segundo y mirá lo que pasó”.

Por ello lo mejor es no olvidar que las responsabilidades de nuestra vida diaria, suelen parecer casi inocentes, fáciles de manejar y controlar, hasta que la pérdida de bienes y muchas veces vidas, nos dejan el triste recuerdo de que aquello tan sencillo no era, por eso mismo intrascendente.


Fernando Jijena Sánchez