domingo, 2 de octubre de 2016

NO TENEMOS MIEDO


Y casi sin darnos cuenta, entramos en la Tercera guerra mundial.
Subrepticiamente, la locura de unos pocos, poquísimos, está poniendo en vilo al mundo entero. Son pocos sí, pero hoy por hoy todos nos sentimos atemorizados y a veces paralizados en nuestro diario vivir.
Niza, Estocolmo, Berlín, París y Londres, Barcelona, Nueva York, grandes ciudades que fueron víctimas de ataques que llamaría “domésticos” pero que dejan un temor generalizado a nivel mundial.
Manifestaciones, actos, celebraciones de todo tipo en honor a las víctimas.
El miedo es el nuevo sentimiento que nos comprende a todos, ricos o pobres, lejanos o cercanos, mayores o menores.
Pero hay algo a tener en cuenta independientemente  de las medidas de seguridad que nos protegen en un ochenta por ciento, la frase que sintetiza el sentimiento de la sociedad y que fue coincidentemente un común denominador en el mundo, en los actos de repudio y homenaje a las víctimas: “No tenemos miedo”.
Tan simple como significativa, es el nuevo lema para aprender a sobrevivir en esta etapa del mundo.
Fernando J.I. Jijena Sánchez
Vivir con miedo a la violencia. Lorena Oliva. Sociedad. Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina, 12 de noviembre de 2018.
EL FIN DE LAS GUERRAS...

El final de las guerras… Primero las advertencias, luego las amenazas, y por último la declaración de guerra. Voces a favor, otras en contra, muchos hablan de “patriotismo”, “defensa de la nación”, “el orgullo nacional”, muy pocos de lo que el “riesgo” significa, “las muertes sin sentido” que traerá el conflicto, y la vuelta a un mundo que poco ha cambiado, al menos para mejor.  
Quizás la Gran Guerra, o la llamada Primera Guerra mundial, sea el mejor paradigma de lo que significa esto. Todos los contendientes apelaron al triunfo de su país en muy pocos meses; faltando poco para la Navidad, la supusieron como el regalo que recibirían al lograr la paz en medio de tanta adversidad. El tiempo pasó, las muertes fueron enormes, y los combatientes, en su mayoría jóvenes salidos muchas veces de los colegios, terminaron muertos en medio de pantanos, sin siquiera la posibilidad de ser reconocidos por los suyos. 
 El silencio fue el final, hasta que como sucedió en otros casos, un poema ó varios escrito por algún combatiente, en general desconocido, cerró con su pensamiento y emoción, lo que significó tamaño desvarío. Ello fue la rúbrica final y consensuada de la paz.
Fernando J.  I. Jijena Sánchez


Acto celebrado el 8 de mayo 2019 en  Lourdes, Francia en conmemoración del 74 aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
El drama de la guerra, visto desde la inocencia de los chicos cantando la  Marsellesa...

sábado, 17 de septiembre de 2016

INSEGURIDAD

Sr. Director
Diario La Nación


No hay radio, diario o canal de televisión que no hable del tema.
Marchas, quejas de todo tipo, “justicia por mano propia”, denuncias  y más denuncias, pero el problema no se soluciona.
Y mañana leeremos que en tal lugar, a veces en la cuadra donde vivimos, “entraron” e hicieron un desastre.
Advertencias, cuidados, sirenas en las cuadras,  control por medio de celulares, patrulleros que van y vienen, sin que se entienda que directivas tienen, policías de azul, de celeste, caminando o parados en la esquina, y todo sigue igual.
Es que en un país donde se ha perdido el respeto por el otro, la violencia es aunque no se crea cuestión de tiempo, cualquiera sea la forma.
Donde el buen día, perdón, gracias dejó de existir prácticamente,  todo lo demás viene solo.
Y el respeto no surge sólo en la vida de nadie, sino que es el resultado de la educación, tanto en la familia como en la escuela.
No sólo los asaltos a manos armada son violencia, sinó aunque en menor grado, ¿ cómo se entiende que una compañía aérea, una de transportes terrestre, o simplemente un gremio docente hacen una huelga, sin aviso previo, castigando sin pena ni gloria al público que depende y necesita de ese medio o niños que se quedan sin clases?
¿Cómo se entiende que haya canales de TV que lo único que hacen es burlarse y desacreditar al gobierno de turno democrático demostrando su pobreza moral e intelectual ?
Ni que hablar al querer cruzar en una esquina, sorteando autos que pasan sin detenerse, ó  el que conduce hablando por el celular, no matan  al menos intencionalmente, pero el otro no existe .
Subir a la cima de la montaña requiere siempre de un primer paso en la base.
Aquí no es tan diferente, no podemos encarar lo que sucede  arriba sinó nos dice nada lo que pasa abajo.
Solamente recuperando el respeto de los unos para con los otros, no solucionará el tema de la violencia, pero sí será un primer paso, el único e indiscutible,  para volver a ser un país como lo fué en otros tiempos.
Fernando Jijena Sánchez

martes, 9 de agosto de 2016

SER POETA...


Ser poeta es ante todo poseer una capacidad muy especial, relacionada a la observación, comprensión y transmisión de las respuestas emocionales,   con sus derivados motivacionales en su vida diaria.
Describe lo que el resto de la sociedad no sabe cómo, pero sí se identifica  con lo que él siente, y de ahí su importancia al lograr sentirse comprendido.
El espectro que abarca la poesía es la vida toda, desde el nacimiento hasta la muerte, la guerra y la paz, el amor, la desolación  y la consolación, la esperanza en un mañana mejor, por ello, lejos está el poeta de saber solamente rimar en la poesía, llamar la atención, calmar el ánimo, satisfacer el espíritu. Es mucho más, simplemente nos ayuda a interpretar y sentir en la vida toda, y curiosamente nos devuelve la paz en la discordia, nos distancia de lo incomprensible del dolor, nos ayuda a aceptar la vida.
Ahora bien, ¿qué pasa con los hijos de los poetas, dado que en general ninguno  piensa en enseñarles a escribir a sus hijos?
Un día recita en una reunión, otro nos sintetiza una situación en una frase, otro descubrimos algo que escribió sin mostrarnos, pero que al leerlo, nos sentimos sorprendidos e identificados.
Los padres en general son los formadores de nuestra personalidad en gran parte, dictan normas de convivencia, de responsabilidad, de estudio, de trabajo. Pero curiosamente y sin darse cuenta, nos transmiten muchas cosas, sin que esté la palabra de por medio, que un día descubrimos que las hemos heredado y por ello les damos valor.
Fallecido mi padre, un día encontré en su  escritorio, el mismo sobre el cual escribo estas líneas, su último libro, El Transeúnte, en borrador, que fue editado años después. En su dedicatoria, en este caso a sus siete hijos, al referirse a mi persona dice:
A Fernando José, venturoso padre de varones, hombre de fe, médico y poeta.
Hasta ese momento el término poeta no lo había usado conmigo, ni recuerdo haber escrito poema alguno, aunque sí posteriormente. Pero habiéndome especializado en oftalmología, un día descubrí que mi mundo, el de mi padre, era la palabra, así fue como decidí ser psiquiatra y me sentí perfectamente identificado con la especialidad, tratando de continuar la obra del poeta.
Fernando José I.  Jijena Sánchez






LOS ABUELOS NUNCA MUEREN...

A mi nieto Francisco Javier Jijena Sánchez, que con su sencillez, 
capacidad y perseverancia, se encuentra terminando su carrera de Ingeniero Civil, en París, a raíz de una beca otorgada por la Universidad del mismo nombre.


Ser abuelo, abuela, tiene características muy particulares, como el hecho de haber criado a los padres de sus nietos, obvio, de haberlos acompañado desde el nacimiento, educarlos , elegir sus colegios, sus salidas, vacaciones, cuidados de todo tipo, y así sucesivamente.
Las personas cuando se transforman en padres se encuentran en general en la plenitud de la vida, en una palabra, tienen la vida por delante.
Distinto es el caso de los abuelos, que en general han  vivido bastante, que mal que mal comienzan a sentir el peso de los años, donde el anhelo por un futuro mejor, comienza a ser reemplazado de a poco, por la nostalgia de lo vivido.
El nacimiento de los nietos es una vivencia única, la vida les da una nueva oportunidad de brindar amor, cuidado, compartir un momento tan único como la “época de la inocencia”, en general hasta los siete años, el jardín de infantes y la escuela primaria. Ya la secundaria los constituye en adolescentes y comienzan el camino hacia la adultez.
Hasta aquí, padres, hermanos y abuelos conforman un núcleo que es fundamental en el devenir de esos años.
Pero aquí aparece un cambio en la vida de los abuelos, un interrogante, una preocupación, cual es, hasta cuando la vida nos permitirá compartir la vida de nuestros nietos.
La primera respuesta es simplemente silencio, dolor anticipado, temor a tener que partir cuando nuestros nietos sean pequeños, a algo parecido como  al último tren de la vida.
Sin embargo, luego de mucho reflexionar y pasar noches pensando en el tema, un buen día como si fuera una epifanía, comencé a comprender que ese amor brindado a los nietos no caduca jamás, y lo más importante,  como un don o premio de la vida, así hayamos partido de la nuestra, el recuerdo, el cariño, el reconocimiento de los nietos para con los abuelos los acompañará siempre, mientras ellos vivan. Y no sólo eso, habiéndose transformado ellos en abuelos llegado el momento,  retomarán su rol y ellos mismos dirán un día: A mis abuelos los siento siempre presentes en el recuerdo, en el amor y en el agradecimiento por todo lo que de ellos recibimos.
Es por ello que reitero con mucho orgullo: Los abuelos nunca mueren.
Fernando J.Jijena Sánchez





domingo, 27 de marzo de 2016

En los campos de Flandes


En los campos de Flandes vuelan las amapolas
Entre las cruces que marcan nuestro sitio,
hilera tras hilera; y en el cielo
las alondras, aunque cantan con fuerza, vuelan
sin apenas ser oídas abajo entre los cañones.

Estamos muertos. Hace pocos días vivíamos,
sentíamos el amanecer,
veíamos el ocaso resplandeciente,
amábamos y eramos amados,
y ahora yacemos en los campos de Flandes.

Continuad nuestra pelea con el enemigo:
os pasamos la antorcha
con nuestras manos desfallecidas;
mantenedla en alto.
No dormiremos si dejáis de tener fe en nosotros los
que morimos, aunque crezcan las amapolas en los
campos de Flandes.



John  McCrae
John  Mc Crae,  Médico y Teniente Coronel del Ejército de Canadá, escribió este poema en 1915, sentado en la parte trasera de una ambulancia en un puesto de primeros  auxilios, en el campo de batalla cerca de Ypres, Bélgica, el día después de enterrar a un amigo. La amapola, de la que habla el poema, era la única flor que crecía en los devastados campos de Flandes.  Murió en el frente de una neumonía.
Como siempre un poema transmite más y mejor lo que fue una guerra, en este caso la Primera Guerra Mundial, 1914-18)