jueves, 23 de julio de 2009

ELOGIO A MI VIOLÍN

A Iván Begur que a través de su violín, supo transmitir amor a la vida y formar una familia...


De la música disfrutamos todos, porque es fuente de alegría,
medio de encuentro, de comunicación, de recuerdo, generadora de emociones.
Sin embargo pocas personas tienen el privilegio de tocar un instrumento, hacer música, vivirla desde uno.
Es un proceso que suele llevar años descubrirlo, admirarlo, acercarse, tocarlo, probarlo, aprenderlo, disfrutarlo.
Transformar las “vibraciones” que tenemos dentro en melodía, expresarse, comunicarse de forma sonora, como la palabra y el canto.
Es que en primer lugar somos “instrumentos” de la vida, percibimos vibraciones de afuera, las generamos desde adentro, las sacamos de nuestro interior, y son los otros, lo es la naturaleza, los receptores y también generadores de las mismas, y así hasta el infinito.
Pero cuando de música se trata, y si en el violín estamos pensando, ello se enriquece, ordena, crea un equilibrio, y detrás de ello una armonía, aquello que diferencia al ruido de la música, o una de sus características mas importantes.
Por otro lado el violín tiene elementos que obviamente le son propios y característicos.
En primer lugar su sola presencia implica respeto, fragilidad, belleza, tiene un cuerpo, una caja, donde hay sencillamente aire, como los pulmones, del cual en alguna medida son una especie de “extra”, por poner un nombre.
Se lo sostiene muy cerca del cuello, como si de alguna manera quisiéramos hablar a través de él, al menos expresarnos por su intermedio, casi se lo tiene abrazado.
Con la mano izquierda marcamos las notas y con la derecha, arco mediante, en ese ir y venir que le es característico, a veces con suavidad, otras con brío, las vamos logrando.
Así va surgiendo la música, también la nuestra, la que nos permite sentir y disfrutar de ese momento casi mágico en el que nos proponemos recrearla, percibiendo al final una sensación muy particular, la de haber sido partícipes, creadores y ejecutores de un momento tan especial, nos quedamos en paz.
Con cariño y cuidado lo guardamos. En el ambiente queda el silencio, la música en el recuerdo, con la esperanza de que esta vivencia se repita una y mil veces más, siempre parecida y al mismo tiempo diferente, como los sueños, como la vida, nada más.

Fernando Jijena Sánchez